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La ética es al periodismo como el zumbido al moscardón

A su estilo, haciendo uso de la narración como estrategia pedagógica, el escritor y periodista Orlando Oliveros charló con los asistentes a la VIII Cátedra de Ética Periodística Javier Darío Restrepo acerca de los momentos en los que el Nobel de Literatura Gabriel García Márquez se vio inmerso en situaciones que le permitieron reflexionar sobre el compromiso ético que demanda el oficio.

El actual coordinador y productor de contenido de la Fundación Gabo rememoró el momento en el que el autor de Cien años de soledad señaló que una noticia mal redactada casi mata a su madre.

El reportero que mandó al hospital a la madre del Nobel

El 15 de mayo de 1995, en un taller dictado en Cartagena, según narró, tras un viaje de Santiago de Chile a Río de Janeiro tuvo un resfriado. Tras consultar al médico, el galeno le dijo que podía perder su voz, por lo que desistió de ir a un conversatorio.
Un periodista de la Agencia France Presse se interesó en saber el porqué de su ausencia y logró entrevistar al médico, quien declaró que el escritor tenía gripa.

El periodista escribió en cable que 'Gabo' había faltado porque tenía afectada la garganta, cabe aclarar que a García Márquez no hacía mucho tiempo le habían extirpado un tumor canceroso en uno de sus pulmones.
Su madre, Luisa Santiaga Márquez, quien tenía entonces 90 años, tuvo que visitar la clínica tras la impresión que le generó la noticia.

Al respecto, Orlando Oliveros señaló: “Muchas de las lecciones de ética de Gabriel García Márquez tenían inicio en las transgresiones éticas que como figura pública tuvo en el periodismo”.

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Acto seguido, contó otra desavenencia que experimentó García Márquez, cuando, haciendo uso de comillas, le filtraron a nombre del periodismo un capítulo de su novela El General en su laberinto.

El día que le robaron un manuscrito
En 1989, García Márquez divulgó con sus amigos y familiares el borrador de lo que sería su novela El General en su laberinto, basada en los últimos días del libertador Simón Bolívar.

Era su costumbre replicar los manuscritos en los que trabajaba con su círculo más cercano para recibir impresiones. Su hermano Ligio García Márquez era uno de esos lectores amigos y fue también, quien, en honor a la amistad, entregó la novela a un periodista de Barranquilla.

Este fotocopió el texto, con el afán de ser el primero en publicar el análisis de la novela, como reseña crítica. El director de El Tiempo llamó al Nobel y le contó que le había llegado una reseña, junto a un capítulo del libro, a lo que respondió que él no había autorizado la publicación y que justo ese capítulo aparecería en El Espectador, El Heraldo y El Mundo, con los que ya había adquirido un compromiso.
El director de El Tiempo no publicó el capítulo, pero le dijo al Nobel que sí publicaría la reseña que hizo el periodista, porque sobre esa reseña no existen derechos por parte de Gabo.

Contó Oliveros en la cátedra que Gabo aseguraba haberse equivocado porque, al salir la reseña, el texto ponía entre comillas líneas de la novela, con frases cortas de enlace, para dar entrada a otro entrecomillado. Hubo allí un meollo ético.

“Se cometió una especie de plagio con la excusa del parafraseo y las comillas”, indicó Oliveros.
La falsa entrevista que le hicieron a Gabo

En 1983, Enrique Santos Calderón, director de El Tiempo, llamó a Gabriel García Márquez para comentarle que le había llegado una entrevista que le realizaron días antes. Le aclaró que estaba mal hecha, que no le gustó, pero que era divertida y que por ello pensaba publicarla el domingo.

El Nobel le pidió un momento a su interlocutor para preguntarle a su esposa si ella recordaba que lo hubieran entrevistado. Los dos concuerdan en que eso no había ocurrido, pero pidió dicho texto, porque puede ser posible que lo hayan entrevistado en otro momento.

El escritor se sorprendió porque la entrevista tenía palabras que él no había mencionado, porque daba respuesta a preguntas que nunca le hicieron y porque no tenía ni idea de quiénes eran los periodistas.

Maestro como siempre, el Nobel pidió el número de contacto de los supuestos entrevistadores, quienes le confesaron que la conversación era inventada porque contactarlo era dificilísimo. El escritor los regañó por esa acción, pero los reprendió con más ímpetu por haberla inventado mal.

El cierre y las claves

El ponente abordó también la tergiversación a declaraciones dadas por Mario Vargas Llosa en un periódico, en el que lo hicieron a manera de animadversión.
La prensa hizo entonces, de las palabras de elogio del peruano hacia la obra de Gabriel García Márquez, una afrenta.

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Así, a ritmo de relatos, Oliveros expuso a los estudiantes dilemas éticos de antes y de ahora, en su conferencia Una ética para contar historias.

En la actualidad, él es coordinador editorial y productor de contenidos del Centro Gabo de la Fundación homónima, aportando con su experiencia y su conocimiento al ámbito periodístico y cultural. Asimismo, es profesor catedrático en la Universidad Tecnológica de Bolívar.