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Unibagué rechaza actos de violencia contra las mujeres, niñas y niños

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Foto tomada de rcnradio.com

Esta semana la iniciamos con hechos trágicos de violencia contra las mujeres, niñas y niños. El asesinato, violación y tortura de la pequeña Sara Salazar en Armero-Guayabal, el feminicidio de Edith Johanna Parra y sus dos hijos We´peYakum y SekTay en el Cauca, la violación de una bebé de cuatro meses por parte de un soldado en Fuentedeoro, Meta y otros casos más que no llegan a convertirse en noticias de interés nacional.

Según el ICBF, en lo corrido de 2017 han recibido 2500 denuncias de abuso sexual contra menores. Una cifra que revela una realidad escandalosa y que debería causarnos vergüenza e indignación. Una sociedad que se muestra permisiva e indolente frente a las agresiones contra las mujeres y niños es una sociedad que no podrá vivir en paz.

Como trabajadores de la educación vemos con preocupación cómo se ha arraigado y profundizado una cultura que deshumaniza a los más débiles y los convierte en objeto de uso y divertimento. Consideramos que estos actos reflejan el problema histórico de la subvaloración de las mujeres y de la infancia y profundiza un modelo de masculinidad violenta basada en abuso del poder y la fuerza.

Hoy nos pronunciamos para recordarle al Gobierno sus compromisos con la Convención sobre los Derechos del Niño y que la Constitución Política de 1991 incluyó a través de los principios de protección integral de la niñez en su doble dimensión: garantía de derechos y de protección en condiciones especialmente difíciles. Esta situación crítica demuestra que el Estado está incumpliendo en esta materia y exhortamos al Gobierno a tomar las medidas requeridas para prevenir y erradicar estas violencias.

También, hacemos un llamado a la reflexión a los tolimenses para que en nuestros espacios de trabajo, en las aulas, en las casas tomen acciones para acabar con ese modelo de masculinidad violenta. Necesitamos construir otras maneras de ser hombres, más amorosas, más pacientes y comprensivas. No podemos seguir siendo indiferentes frente a un problema de violación de derechos humanos que se gesta en el seno de nuestras familias y escuelas. Las nuevas generaciones cuentan con nosotros para esta tarea.