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Contradicción entre la normatividad y la actividad pedagógica del maestro colombiano. Por Betty Rojas

Las transformaciones a nivel  mundial en el campo económico, político, social, ambiental y cultural, demandan estrategias educativas distintas a las actuales, desde el nivel inicial hasta el universitario, que partan del análisis de la realidad y del estudio de teorías que contribuyan a interpretar y a enriquecer la práctica pedagógica como proyecto político-social. Se trata, por lo tanto, de analizar y reflexionar sobre nuestras creencias y prácticas pedagógicas, con el propósito de ofrecer una educación más humana, histórica y, por lo tanto, contextualizada.

La labor del maestro es la de ser un mediador en la construcción del saber  y la persona. Como sostiene Fernando Vásquez , es un puente que permite que la potencia se convierta en acto. Esto no se produce mediante fórmulas controlables en un tiempo determinado. Se genera  bajo las condiciones complejas del acto pedagógico que supone incluso el olvido. Lo importante es enseñar a aprender. En ello entra en juego la memoria y también el olvido. A menudo el maestro debe olvidar lo que sabe para que el alumno lo descubra.

La educación es una transformación similar a la que le permite al ave desarrollar  la  capacidad para salir del nido, sólo que ella cuenta con la suficiente información genética para hacerlo, mientras que los seres humanos debemos apropiarnos de la cultura a través del proceso educativo.

Por fuerte y consistente que parezca la política educativa oficial, ella misma contiene su mayor debilidad: que es una elaboración externa  que se pretende imponer por la coacción, convirtiéndose de esta manera en una educación que por fuerza pudiéramos denominar prohibida, sí, prohibida porque no se da el espacio al verdadero diálogo y la comprensión, permitiendo que el maestro entienda de una forma la norma y la aplique en su divino querer y entender.

Hoy como en el pasado, el magisterio continúa con las mismas problemáticas de fondo: baja  preparación de docentes (clic aquí), debido a la  falta de equidad que impide el acceso a la educación, sumergiéndolo en el desconocimiento y en erráticas formas de aplicar la normatividad, en la poca capacidad analítica, crítica y espíritu innovador. Además, que muchos de los modelos educativos aplicados en el país son tan obsoletos  que resulta fácil confundir un estudiante y volverlo costumbrista frente a nuestro propio olvido; maestros con conocimientos que no han sido renovados frente  estudiantes que no investigan o que no tienen la fuerza de conocimiento y  carácter para contradecir a un docente.(ver mas)

Igualmente, el eje de las prácticas culturales ha cambiado de  subordinada a dominante, por lo que existe una seria contradicción entre las políticas educativas y la manera de materializarlas por parte del maestro, quien se niega a conocer y aplicar tendencias significativas orientadas a recuperar el estatus social del docente, su ejercicio profesional  y su función social.

Por otro lado, es necesario entender que nuestro interlocutor no es exclusivamente el Ministerio de Educación Nacional que se ha encargado de orientar sus metas cada vez más hacia la doctrina de la competitividad y de la competencia económica, en lugar de la igualdad y la cohesión social; además, existen sectores sociales y democráticos interesados en la preservación de la educación pública y en encontrar nuevos derroteros a los fines y contenidos de la educación, que han de ser puestos en la escena educativa por un maestro soñador de cambios como parte de la naturaleza de la pedagogía de la esperanza, que busque y se apropie de teorías que contribuyan a interpretar y a enriquecer la práctica pedagógica como proyecto político-social.

Visto de esta forma, la educación colombiana debe buscar con empeño que todos, tanto individuos como organizaciones, aprendamos a aprender, que busquemos como punto de partida el contexto cultural ideológico, político-social de los aprendientes, porque la sensibilidad del educador debe estar presente en la obra de arte, que es la educación y de esta manera formar en la paz y para la paz con nosotros mismos, con la naturaleza, para lograr el  desarrollo del potencial humano.

Finalmente, podemos decir que el maestro llega a ser coherente en su quehacer pedagógico, cuando acepta que  la educación sobre la conciencia es eficaz si va acompañado de la transformación de la realidad y de la actuación, liberándose de esquemas y armonizando los procesos individuales con los sociales, sin perder de vista  la causa y el efecto.

En palabras del mejor educador de todos los tiempos  Paulo Freire, y con quien estamos totalmente de acuerdo, es preciso concluir diciendo que: “La utopía no sería posible si le faltara el gusto por la libertad y tampoco si le faltara la esperanza, sin la cual no luchamos. No estoy esperanzado por pura terquedad sino por imperativo histórico existencial”.

Por: Dr. C. Betty Rojas de Ramírez    

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